Muchos dirán que el éxito en la música es que todo el mundo conozca, cante y baile tus canciones. De ser esa una acepción apropiada podemos convenir que Miss Caffeina es una de las bandas más exitosas del panorama nacional, sobre todo tras girar durante casi dos años con “Detroit”, ese anterior trabajo en el que se atrevieron a dar un paso más allá de lo esperado.

Hoy 1 de marzo Warner Music publica “Oh Long Johnson”, la cuarta referencia de la banda de Alberto, Sergio, Álvaro y Tonino. Al escucharlo uno intuye que esa definición de éxito sabe a poco ya que, lejos de ser un trabajo conformista con lo conseguido, que busque simplemente la algarabía o la aprobación del público; la banda aprovecha lo construido para hacer lo que mejor sabe: experimentar y demostrar que el pop puede tener infinitos caminos.

Aunque en este nuevo disco se hayan tomado muy en serio eso de exprimir el pop, Miss Caffeina han encontrado el margen necesario para, ante todo, seguir siendo un grupo de amigos que comparten vivencias e incluso travesuras. La mejor demostración de ello es el título del álbum, que hace referencia a un celebrado meme sobre un gato parlanchín.

Lo que comenzó como una broma de furgoneta se terminó convirtiendo en “Oh Long Johnson”, la canción que abre y titula el disco, en la que la banda hace un divertido (aunque crítico) reflejo de la sociedad actual. Incluso “Merlí”, la primera canción que conocimos del disco, es la espontánea reacción a algo tan habitual en nuestros días como comentar una serie de televisión que te gusta, repitiendo alguno de sus diálogos.

La mayor carga emotiva del disco recae en “Reina” y en “Ausentes presentes”. La primera, todo un canto a la valentía que habla de perder el miedo, matar demonios y ser capaz de volver a donde empezó todo estando orgulloso de aquello en lo que te has convertido; la segunda, es el teatral y delicado cierre del disco que, entre líneas, homenajea a esas personas que sufren la enfermedad de alguien cercano. En ambas, la voz de Alberto suena más cálida, tierna y cercana que nunca.

Aunque este sea un disco de cambios, hay cosas que no deben replantearse si funcionan; y a estas alturas queda claro que Max Dingel, productor de los dos anteriores discos de Miss Caffeina, es quien mejor entiende las ganas constantes de esta banda de desmontar las piezas para armar nuevos puzzles. Esa búsqueda constante de nuevas vías para llegar a las canciones, también se nota en “Oh Long Johnson”, forjado alrededor de las ideas de la propia banda en formato jam session tocando un montón de instrumentos y buscando nuevos sonidos.

De esas locuras en el estudio sale una nueva generación de hits de Miss Caffeina, comenzando por “Fiesta Nacional”, que parte de un plano encantador a ritmo de piano para explotar en un baile rabioso de sintetizadores del que salen los puentes y uno de los estribillos más contagiosos que escucharás este año. Si en “Detroit” había un particular acercamiento al reggaetón en el estribillo de “El rescate”, en “Oh Long Johnson” ese guiño mainstream es “Prende”, que comparte luz y color con más de un himno veraniego aunque, eso sí, desafiando mucho más las estructuras musicales.

Hablando de desafíos, en estas 11 canciones también hay geniales piruetas como “Planta de interior”, que tiende a la electrónica francesa pero además gana cadencia con una guitarra muy a la Nile Rodgers. O “Cola de pez (Fuego)”, que bien podría haber sido compuesta al calor de una rave de finales de los noventa.

La electrónica es la gran aliada de estos Miss Caffeina que han encontrado el camino directo, sin transbordos, a un pop contagioso, lleno de detalles e inspiración. Ahí reside la genialidad de canciones como “Calambre”, que aún buscando emocionar lleva hasta el final la intención de sorprenderte el oído. Lo mismo ocurre con “Bitácora”, una invitación casi susurrada al oído para bailar; o con ese inicio casi hipnótico de “El gran temblor”.

Para Miss Caffeina el éxito es dar forma a este disco, que utiliza todo lo ganado en más de 10 años de carrera como impulso para inventarse nuevos desafíos como músicos y compositores. Si “Detroit” supuso la creación definitiva de un universo propio, “Oh Long Johnson” lo expande y termina siendo un reto cumplido para ese grupo de amigos que sigue haciendo lo que más les gusta: crear canciones sobre sentimientos, verdades y realidad. Arturo Paniagua / Periodista musical y presentador de Sesiones Movistar+

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